miércoles, 23 de marzo de 2016

EL CEREBRO DEL NIÑO EXPLICADO A LOS PADRES


EDUCAR HIJOS FELICES


Álvaro Bilbao, autor de EL CEREBRO DEL NIÑO EXPLICADO A LOS PADRES, sostiene que tanto el padre como la madre deben ofrecerles a sus hijos: contacto físico (abrazos, besos, caricias...), expresarles cariño y reconocimiento con frecuencia, jugar y conversar con ellos,… sin prisas.
A continuación enumeramos diez recomendaciones, que nos podrían ayudar para motivar en las reuniones con nuestros padres de familia a dialogar, y así compartamos con ellos nuestra tarea educadora:
  1. Exprésale tu amor incondicional, a cualquier edad, con palabras, sonrisas, gestos, abrazos, caricias...
  2. Cuida de su salud y ayúdale a crecer sano desde el punto de vista físico (alimentación equilibrada, actividad física moderada, sueño suficiente, higiene...) y emocional (enseñándole a poner nombre a sus sentimientos, ayudándole a gestionar su ira, tristeza, miedo...).
  3. Dedícale tiempo cada día. Juega y disfruta con él, sin dirigir demasiado sus gustos o preferencias. Asegúrate de que tenga suficiente tiempo de ocio y de que practique actividades al aire libre y en la naturaleza.
  4. No te preocupes en exceso por sus necesidades materiales. El tiempo que le dediques, la educación y los valores que le transmitas serán tu mejor herencia.
  5. Educa con cariño. Valora su esfuerzo, aunque se equivoque. Fíjate más en sus logros y habilidades que en su puntos débiles.
  6. Ponle normas que pueda y deba cumplir: pocas, claras y adaptadas a su edad.
  7. Fomenta su autonomía desde pequeño para las actividades cotidianas, como vestirse, lavarse o comer. No le des todo hecho. Es bueno que poco a poco vaya teniendo sus responsabilidades.
  8. Escúchalo y dialoga con él. Muestra interés por su mundo, adáptate a
    los cambios normales de cada edad y acéptalo y valóralo tal y como es: único y diferente a los demás.
  9. Déjale ser niño. No le hagas partícipe antes de tiempo de las preocupaciones de los adultos. Pero tampoco le ocultes los hechos importantes de la vida. Enséñale y ayúdale a entender que la enfermedad, el dolor o la muerte existen y forman parte de ella.
  10.  Favorece las relaciones con la familia y los amigos. Lo acompañarán a lo largo de su vida. Ayúdale a ponerse en el lugar de los otros. Aprenderá a convivir y a amar.
Trujillo, 23 de marzo del 2016
P. Jorge Antonio Mansen Bellina, cmf


miércoles, 16 de marzo de 2016

EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA


LA TRAGEDIA DEL HIJO MAYOR


"Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos", nos dice José Antonio Pagola, y compartimos su reflexión.
"Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del «padre bueno», mal llamada «parábola del hijo pródigo». Precisamente este «hijo menor» ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.

Sin embargo, la parábola habla también del «hijo mayor», un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: «se indignó y se negaba a entrar» en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.

El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde «trata de persuadirlo» para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora solo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.

Esta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano. Jesús termina su parábola sin satisfacer nuestra curiosidad: ¿entró en la fiesta o se quedó fuera?

Envueltos en la crisis religiosa de la sociedad moderna, nos hemos habituado a hablar de creyentes e increyentes, de practicantes y de alejados, de matrimonios bendecidos por la Iglesia y de parejas en situación irregular... Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos ni de los practicantes. Es Padre de todos.

El «hijo mayor» es una interpelación para quienes creemos vivir junto a Dios. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?".
Jorge Antonio Mansen Bellina, cmf
Trujillo, 16 de marzo del 2016

FUENTE: RELIGIÓN DIGITAL
IMÁGENES: GOOGLE